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Trata sobre la humana necesidad de creer. En él demuestro que creer es una necesidad psicológica que cumple funciones de un estabilizador emocional. Y que puede resultar altamente peligroso, el creer ciegamente. Porque el ser humano es inevitablemente bifronte, es un credens-sapiens. Con una cara capaz de producir conocimientos, y con otra que razona con el Pensamiento Mágico.
Fundamento que el creer es una necesidad, apoyándome en diferentes campos de conocimiento: Sociología, Antropología, Ciencias Cognitivas, Neurociencias y Ciencias Políticas. El abordaje es obviamente interdisciplinario. Incluyo necesariamente la “necesidad de hacer creer” y el concepto de “autoengaño”.
En el texto desarrollo algunos de estos temas: ¿por qué creer?; ¿qué es creer?; ¿es posible no creer?; los “Dos Modos de Creer”; creer en uno mismo; creer en los otros; creer entre todos; creer en divinidades; creer en los líderes políticos. Estos abordajes no podrían nunca agotar el tema; es sólo uno posible.
Finalmente el tema conduce a otros relacionados que no he desarrollado suficientemente y que quedan como deuda (lo peor de la naturaleza humana, la necesidad de lo sagrado, la espiritualidad laica, el sentimiento de insignificancia, por ejemplo); a múltiples interrogantes y a las inevitables conclusiones.
Espero que quien guste de estos temas, encuentre placentera e interesante su lectura.
Prólogo ampliado a Enero 2023
Los “credens-sapiens” sufrieron una larga y variada evolución. Del “homo habilis” al “homo-sapiens sapiens” pasando por todas las otras ramas secas de este frondoso árbol. Logros: lo psicológico, el pensamiento abstracto, la ciencia, la conciencia, la técnica y la tecnología, la construcción de sociedades y de culturas. Hoy no pulimos piedras contra piedra para cazar. Somos animales que, gracias a su desarrollo cerebral, a lo largo de millones de años, desarrollamos conciencia y autoconciencia. Animales que a través de la inteligencia y creatividad generamos también utopías, arte, ciencia, religiones, relaciones cada vez más complejas, y sociedades cada vez más complejas. Somos animales hábiles para resolver problemas, y también hábiles para crearlos. A veces inhábiles para sobrevivir, pero muy hábiles para matar. Tan competitivos como solidarios. Tan territorialistas como expansionistas. Tan temerosos como temerarios. Capaces de mirar el vuelo de un ave, y con el paso del tiempo lograr trasladarse a otros planetas. Capaces de crear ojos que escudriñan el misterioso e imprevisible interior del cuerpo. Capaces de introducirse en el interior del cuerpo, y con muy poco daño, intentar repararlo. Amantes tanto de la paz como de la guerra. Conocedores desde hace milenios de lo que se dio en llamar “Regla de oro” (“No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”), en todas sus posibles enunciaciones; pero que, lo sabemos; muy poco pudo cumplirse.
En tanto “credens-sapiens”; somos animales bifrontes. Animales que viven simultáneamente en dos mundos: uno real, material, biológico, con sus típicas limitaciones; y el otro construido por sus miedos, espantos, expectativas, interpretaciones, valoraciones, necesidades psicológicas y creencias; donde todo es posible. También bifronte, cabe recordarlo; porque puede tanto construir conocimientos como sostener creencias y convicciones, sólo por necesidad o por miedos. Dos mundos simultáneos e interconectados.
Este libro intentará comprender una pequeña parte de esta última característica de su bifrontalidad. La relacionada a sus creencias. Una pequeña parte de su vertiente “credens”.
* * *
“Sé que voy a morir, pero no lo creo”, muestra la clásica oposición conocimientos-creencias. Pero podríamos agregar: “Hoy soy ateo por convencimiento, de viejo quizás sea creyente por necesidad”. Lo que nos introduce al tema de las “necesidades psicológicas”.
Entre las “necesidades psicológicas” encontramos a las siguientes:
1 Necesidad de existir para otros
2 Necesidad de reconocimiento de parte de esos otros
3 Necesidad de pertenencia
4 Necesidad de la existencia de niveles de justicia
5 Necesidad de la existencia de ciertas garantías
6 Necesidad de encontrar un sentido a la vida
7 Necesidad de que algo sea sagrado, incuestionable
8 Necesidad de estabilidad emocional/psicológica
A estas podríamos llamarlas “necesidades psicológicas básicas”. Básicas porque necesitan ser cubiertas para vivir con “Calidad de Vida” o una vida que valga la pena vivirla.
La última, la “necesidad de estabilidad emocional”; en mi opinión; es la más importante. La más importante, además, para entender la importancia de las creencias. Tanto es así que podríamos concluir que las otras abonan a ella: existir para otros, ser reconocidos, pertenecer, vivir con niveles de justicia y con ciertas garantías, encontrar un sentido a la vida, de que algo sea incuestionable; finalmente son “estabilizadores emocionales”. Algunos podrían alegar que la más importante es la necesidad de encontrarle o crear un sentido a la propia vida; pero esto finalmente es un estabilizador emocional.
Cabe aclarar que estabilidad no es total previsibilidad, ni rigidez ni automaticidad. Estabilidad es lo que permite que cada ser humano renueve cada día el contrato con la vida con un grado bajo de conflictividad intrapersonal e interpersonal. La estabilidad que genera la llamada “Calidad de Vida” y que hace de la vida algo digno de ser vivido.
Cuando estas necesidades se cumplen, suelen disminuir la angustia, el resentimiento, el odio y la necesidad de venganza, por ejemplo; y queda habilitado un nuevo contrato con la vida. Funciona como un facilitador para conectarse con el mundo humano, natural y material.
Esto supone, como puede deducirse; la centralidad de la emocionalidad. La estabilidad psicológica, no pertenece al campo de las cogniciones, ni al campo de las percepciones de lo físico, ni al campo de lo interpersonal ni al campo social. Centralidad que para nada se presenta desarticulada del resto de las funciones humanas. Todas las personas tienen sensaciones o sentimientos de estabilidad psicológico/emocional.
Es particularmente esta necesidad de estabilidad, y obviamente las otras necesidades antes nombradas, las que aparecen cubiertas por las creencias. La necesidad de estabilidad psicológica justifica la existencia de las creencias, en tanto las convierte en necesarias. De allí que la “capacidad de creer” funcione como un “estabilizador emocional” de las necesidades psicológicas; como tesis central de este libro.
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que “hay una creencia para cada necesidad psicológica”. Abreviando: “hay una c para cada np”. Y la intensidad o fuerza de la creencia por su parte, como la intensidad o fuerza en que se cree que esa necesidad será cubierta; también funcionan como estabilizadores. Aunque a veces pueden inestabilizar si el tiempo interviene confirmando que sólo se trata de expectativas, ilusiones, de soñar despiertos.
* * *
Las creencias están omnipresentes en la vida humana. Comencemos por algunas creencias que identificamos en nuestro entorno cotidiano:
“A mí no me va a pasar”. “El que las hace, las paga”. “Todo saldrá bien”.
“Nada es imposible” (o “Todo es posible”). “Querer es poder”. “El amor salvará al mundo”.
“Sólo se trata de saber soltar”. “Yo tengo la razón”. “Ellos mienten”. “No lo hizo intencionalmente”. “Dios los castigará”. “Esta vez (él/ella) no nos va a defraudar”. “Eso no va a suceder”. “Si no sucedió es porque no debía ser”.
Cualquier semejanza con las “mentiras piadosas” o “fake news”, no es casual.
Se entiende entonces por qué ocuparse de la “necesidad de creer”, esto es; del creer como necesidad psicológica.
Y por 15 razones más. Razones que servirán para comprender y contextualizar la importancia del creer y de las creencias.
1ª: Porque creer es una capacidad humana ligada al desarrollo cerebral (visto desde la Psicología Evolutiva). Tanto es así que, desde niños (a los 3 años aproximadamente) se comienza a creer y, dato fundamental; ya nunca se deja de creer. Hasta en el último minuto de vida con lucidez, se sigue creyendo.
Al creer como una capacidad se la puede comprender mejor teniendo en cuenta el desarrollo de la imaginación. La etapa llamada primera niñez, se caracteriza por su riqueza y concretismo. El juego es motor, sensorial e imaginativo (sucesión de imágenes). Esto lo hace placentero. En el juego de las muñecas, de los superhéroes o superheroínas; los personajes se encarnan en las/os niñas/os. En este primer período, la experiencia acumulada y el poder de reflexión; son mínimos. Aún interpretan el mundo con su imaginación. Piensan sólo por medio de imágenes.
Durante la segunda niñez, (de 6 a 12 años) la imaginación va tomando un carácter simbólico y abstracto.
En la adolescencia aparece y se instala el pensamiento conceptual, pero también el idealismo. Se cree ciegamente (lo que llamo “Creer en Modo Crédulo”). El pensamiento abstracto/conceptual y la maduración cerebral, no impiden seguir creyendo.
Otra característica de la adolescencia es que hay diferencias entre realidad e imaginación, pero sin la llamada “experiencia de vida”. La capacidad para diferenciarlas aumenta con la edad, pero nunca se logra del todo. Nunca se deja de imaginar y de creer, de soñar despiertos; y con frecuencia se confunden razonamientos lógicos con expectativas propias racionalmente planteadas.
La ciencia define la creencia como un proceso cognitivo, que permite la manipulación de la información, representar en la mente las características del mundo objetivo. Permite también, crear nueva información para esa representación del mundo objetivo.
Entonces, imaginar, crear y creer son procesos cognitivos naturales y normales. De lo que habría que deducir sin avergonzarnos, que el cerebro humano funciona con mecanismos credógenos.
2ª: Porque se dice que las creencias y las emociones asociadas, mueven montañas. Como todo hecho humano, es a veces inevitable que aparezcan el “Pensamiento Mágico” y lo sobrenatural.
3ª: Porque las creencias desnudan una debilidad y una fortaleza a la vez. Debilidad, porque los seres humanos a veces son títeres manipulados por sus creencias y por quienes saben manipularlas. La política nos lo demuestra con creces. Y fortaleza porque las creencias funcionan dando una lucidez difícil de encontrar de otra manera. Al punto de que, quien encuentra esta lucidez, no cree necesario cuestionarse ni cuestionar nada.
4ª: Porque la fuerza con la que se cree se sustenta en la emocionalidad, en la importancia y hasta urgencia de aquellas necesidades psicológicas; no en la coherencia de aquello en lo que se cree.
5ª: Porque sin creencias y sus emociones asociadas, no habría arte, narraciones, ni música, ni conversaciones, ni nada para decir.
6ª: Porque las creencias están presentes en el momento de la creación/producción y en la motivación para hacerlo. Porque las creencias sostienen y también pueden derrumbar, cuando se derrumban.
7ª: Porque las creencias son renovables y reciclables. Siempre hubo y hay creencias sobre la vida, la muerte, sobre la vida después de la muerte, sobre la felicidad, la paz, el amor y la justicia; por ejemplo. A partir de los hechos de la vida y de los ciclos vitales; las creencias se modifican. Si nos encontramos con alguien que a los 65 años no cambio sus creencias de los 15 años; lo miraríamos con cierta extrañeza.
8ª: Porque Neandertales y Homo Sapiens originarios ya las tenían. Los primeros enterramientos comenzaron hace aproximadamente 100.000 años.
9ª: Porque algunos seres humanos dan la vida por ellas.
10ª: Porque “ponerse en el lugar del otro”, es también, aunque sea por un momento, creer en qué y cómo cree el otro. Darle crédito a lo que cree, sentir lo que siente, necesita y cree; con el simple objetivo de entenderlo.
11ª: Porque quienes creen, simplemente creen. No necesitan más motivos que su necesidad de creer. Sea en personas, en objetivos trascendentes; en seres sobrenaturales; en que son elegidas o predestinadas (para su bien o para su mal); en que tienen derecho sobre la vida de los demás; en que son “lo mejor” que le pudo suceder al mundo; en que son imprescindibles; en la predestinación; en la efectividad de las maldiciones y de las bendiciones; en que el mundo les pertenece o que el mundo les es ajeno; por citar poquísimos ejemplos.
Cuando se cree ciegamente (de “Modo Crédulo”), no hay conciencia de los significados implícitos ni de necesidad, ni de la funcionalidad y poder de esas creencias. Sólo se cree. Porque hasta puede no haber reconocimiento de la presencia de una creencia. Es que las creencias suelen invisibilizarse, cuando funcionan como implícitos y más aún cuando devienen convicciones.
12ª: Porque “hay creencias para todo y para todos”. Y ésto no debe llamarnos la atención. Hay creencias sobre el pensar, el sentir, el evaluar y el hacer. Obviamente, hay creencias sobre el creer, y creencias sobre las creencias propias y ajenas. Creencias sobre cada intención y conducta humana y creencias sobre lo no humano. Las hay individuales, grupales, familiares, regionales, nacionales y hasta multinacionales. Las hay constructivas y también destructivas. Las hay cuestionables y también incuestionables. Las hay algunas más fácilmente cuestionables que otras. Las hay absurdas e increíbles, y las hay coherentes y más creíbles; siempre según quien haga las evaluaciones. Hay y seguramente habrá infinitas creencias que expliquen lo inexplicable, desconocido, misterioso e inmanejable para el mortal humano.
Hay creencias prescriptivas (ligadas a lo moral) y hay también las llamadas “creencias limitantes” (ligadas a la psicopatología).
Durante milenios el “homo credens-sapiens” fue más credens que sapiens. Y hoy, sigue siendo tan credens como sapiens, aunque los porcentajes pudieron haber cambiado en diferentes áreas. Hoy generamos conocimientos, sabemos que los generamos, sabemos cómo los generamos, y sabemos de su transitoriedad. Y ésto, no es una creencia. Como dijo Aldous Huxley: “Los hechos no dejan de existir aunque se los ignore”.
13ª: Porque vivimos diciendo que “en algo hay que creer”, sobre todo ante situaciones de desilusión o descreimiento. Lo que da a entender que es imposible no creer. Su reiterada aparición en momentos tan puntuales, no es inocente ni casual. Además, razonamos con pre-juicios que no los reconocemos como tales, porque los suponemos juicios razonados. “Dichosos los que no vieron y sin embargo creyeron” dice Juan 20: 29.
14ª: Porque la humana “necesidad de creer” cuenta entre sus grandes creaciones a dos grandes sistemas de creencias: las religiones y las ideologías. Que incluyen los actos heroicos y los líderes mitificados y divinizados, incuestionables y temidos cuando Religión y Política se articulan.
15ª: Porque las creencias crean sentido, orientación; tendencias a leer e interpretar la realidad de una manera específica, puntual, sesgada. Las creencias y sus valoraciones asociadas, forman el lente con el que se mira e interpreta la realidad. Detalle no menor porque constituye la materia prima de cualquier decisión y posterior acción humanas. Funcionan como implícitos, lo que significa que lo hacen de manera inconsciente (de forma automática y por tanto invisibles a la limitada conciencia).
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Por el sólo hecho de creer, las creencias pueden hacerse invisibles a nuestros propios ojos. Porque se puede creer que el Holocausto o cualquier exterminio masivo nunca existieron; que el cambio climático y el calentamiento global son un invento de la política; que en política la traición no es necesaria; que el fin justifica los medios; que lo que menos importa son los daños colaterales; que todo el mundo es bueno; que al mundo nada le importa; en una visión teleológica del universo o de la propia vida; o que un asesinato fue un accidente o un suicidio.
La misma necesidad de creer, invalida la diferencia entre verosimilitud y verdad. Necesidad que fue fina e intencionalmente utilizada por las históricas autoridades de las religiones y por los representantes de los sistemas políticos en todos los tiempos. Es que “la humana necesidad de creer” se presenta infinitamente productiva para objetivos diversos. Por esto es que Nancy Huston escribió: “Los seres humanos son magos que no se conocen a sí mismos”.
En síntesis, cómo no ocuparse de las creencias si éstas están atadas a nuestras expectativas, a nuestras esperanzas. Si preferimos finales felices y muchas veces “mentiras piadosas”.
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La simple pregunta por la existencia de la “necesidad de creer” abre a muchísimos campos de conocimiento o de reflexión, que abren a su vez otros tantos interrogantes y temas como se verá en el desarrollo de este texto. Y esta necesidad de reflexión, excede el “ver para creer” (sabiendo que la visión es el sentido más fácilmente engañable del credens).
Hay algo más. Más que ¿creer o no creer?, prefiero ¿en qué se cree?, y ¿cómo se cree?. En mi opinión, la primera pregunta fue contestada hace ya muchos siglos: no se puede no creer. Es condición de humanidad ligada a su emocionalidad y a la conciencia. No existe ser humano que no crea, aunque crea que no cree. Afirmar no creer o creer que no: son dos modos de creer. Y si esto fuese realmente posible, seguramente se trataría de alguna enfermedad neurológica degenerativa de larga evolución y en una etapa avanzada.
El “cómo se cree”, a veces es tan importante como el “qué creer”; porque abre puertas para comprender diferentes tipos de valoraciones y conductas humanas.
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Creer es tradicionalmente, un modo de dar respuestas a preguntas, a dilemas existenciales que son difíciles, complejos, inquietantes y hasta angustiantes. Además, un modo de agregar argumentos cuando los existentes no conforman ni satisfacen. Es también un modo de dar fe, de darle crédito, de validarlas, una vez encontradas.
En primer lugar e inevitablemente, las clásicas preguntas que el ser humano se hizo a sí mismo desde que desarrolló la conciencia y la reflexión: el origen, el destino, la muerte, el sentido de la vida, el más allá de la muerte, el sentimiento de insignificancia, entre otras.
Ante estas preguntas, históricamente surgieron dos caminos para responderlas. Un primer camino, que adjudica las razones de lo que sucede en este mundo, a las decisiones de seres ubicados en otro mundo, en otra dimensión. El otro camino, investiga esas razones, buscando las leyes de funcionamiento de este mundo, en este mundo. Se llamó a la primera, religión; y a la segunda, ciencia (finalmente aquel mítico “Árbol del conocimiento del bien y del mal”). A los seres que habitaban en los otros mundos, se los llamó dioses. Había también otros seres distribuidos en diferentes categorías y con diferentes nombres.
Estos seres sobrenaturales, sus obras, intenciones, hazañas, actos y relatos relacionados, sirven para algo fundamental y estabilizador para el ser humano: crear sentido. Dan respuesta a los por qué y para qué, imprescindibles para vivir emocionalmente estables. Recordemos sino al pobre de Job, que su mayor castigo fue no entender el por qué, la razón de sus sufrimientos y castigos. El sinsentido, una de las formas de la crueldad de la vida; con el débil animal humano.
Cada cultura creó y sostuvo los suyos. Los hubo de la lluvia y del trueno, de la fertilidad de la tierra, del mar, de la luz, de la oscuridad, de los cambios y de la guerra. Los hubo masculinos y femeninos; generosos y vengativos, hasta disputas matrimoniales divinas. Tantos como cuestiones que no se podían explicar ni controlar (sobre todo los fenómenos naturales y biológicos). Finalmente, los hubo buenos y malos (como los humanos) y hasta ubicados en lugares inaccesibles al limitado ojo humano (en el espacio exterior, en las altas montañas, en el subsuelo y en el fondo del mar). También hubo y aún hay, montañas, árboles y animales sagrados. La historia de las religiones se ocupó de esta diversidad, desde hace décadas.
Finalmente, creer para el ser humano, es parte de su característica de ser un “ser en proceso”. Necesita darle un sentido a sus 3 tiempos. Necesita que haya movimiento entre los 3 tiempos, necesita planear un futuro, necesita que sus planes y objetivos puedan objetivarse, realizarse (hacerse reales). Toda la incertidumbre que crean sus necesidades psicológicas, necesitan ser disminuída con logros, con objetivos cumplidos. Dar crédito a esos objetivos, es creer. Darles valor para comenzar el movimiento, es creer. Validarlos como verdaderos y valiosos, para luego sostenerlos, es creer.
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Algunas distinciones previas antes de desarrollar el tema.
En primer lugar, “creer” en nuestro lenguaje, remite a:
- una suposición, un “no estoy seguro”, una duda, un “creo (o evalúo) posible que”; o bien;
- una certidumbre o convencimiento, una seguridad, una certeza.
En segundo lugar, no es lo mismo decir “creo que”, que decir “creo en”.
Creemos en divinidades, en fantasmas, en el poder de la voluntad, en los candidatos políticos, por ejemplo. Y creemos que el amor salvará al mundo, que nada malo nos sucederá, que nada es imposible, que nacimos para ser felices o que nacimos para sufrir, por ejemplo. Hay una diferencia.
El “creo en”, es la opción que más se relaciona con el concepto de creencia que desarrollaré. Y que obviamente, más se relaciona con la llamada “fe” y con las necesidades psicológicas.
No es lo mismo decir “creo en una vida más allá de esta vida”, que decir “creo que hay una vida después de esta vida”. En el momento de decir “creo en”, se valida la creencia, se da fe de ella. Esto, es lo que el “Homo Credens” hace, todos los días de su vida.
En tercer lugar, podemos diferenciar lo que algunos autores clasificaron como “creer de adentro hacia afuera” y “creer de afuera hacia adentro”.
“Creer de adentro hacia afuera” remite a las necesidades psicológicas como gestoras de las creencias. En términos sociales, actos generadores de identidad de quien lo anuncia.
Mientras que, “creer de afuera hacia adentro” supone adhesión. Por ejemplo, adherir a una religión o a una ideología.
Cabe aclarar que la opción “adhesión” (“creer de afuera hacia adentro”) no excluye las necesidades psicológicas. Sin ellas, no habría necesidad de adherir, de validar. La posibilidad de adherir, supone además, un esfuerzo de las instituciones administradoras de los sistemas de creencias, en busca de adherentes.
En cuarto lugar, es muy usual escuchar que “hay que ver para creer”. Lo que supone que la confirmación visual, desconfirmaría cualquier creencia. El ver, rompería cualquier duda, especulación, ambivalencia o supuestos. Obviamente, no es universalmente aplicable.
En quinto lugar, es usual afirmar que “no puedo creer lo que veo”. No es la persona generando creencias o adhiriendo a las creencias creadas por otros. Ni el “ver para creer”, sino su opuesto. Se trata de que aquello que se ve, se reconoce, que en otro momento no despertaba ninguna duda; en un momento siguiente resulta difícil de aceptar como real o verdadero. Lo que supone que lo visto (si no es engañoso), su existencia; era “imposible de creer”. No estaba en su sistema de crencias ni en su sistema simbólico ni en sus cálculos de probabilidades. Como dice la vieja pregunta: ¿“Por qué será que vemos lo que queremos creer, y no podemos creer lo que vemos”?.
Podemos ya definir que es creer:
“Creer es crear verdades y realidades, válidas y valiosas”.
Acentuando su característica de valiosas. Porque si no fuesen emocionalmente valiosas, no se las validaría.
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Otro dato de no poca importancia, es que las creencias siempre se presentan en red, en-red-adas. Los seres humanos vivimos enredados en redes de creencias. Hay redes de creencias para todo y para todos. Para todos los gustos, para todas las necesidades. Las redes son variadas y múltiples.
Este texto entonces, también debe entenderse como una red, aunque se lo lea linealmente. Porque el texto, como la vida, es una red, un entramado. Donde aquello que nos parece “lejano” o “ajeno”, puede relacionarse con lo “cercano” o “familiar”; a pesar de nuestra limitada comprensión. Es que las redes a veces son claras, a veces oscuras y enredadas; a veces movilizan, otras paralizan; a veces son manejables, otras incontrolables; a veces placenteras, otras sufrientes; a veces acarician y a veces golpean. Y este texto, como la vida, no tiene sentido alguno en sí mismo. Lo tiene cuando alguien lo re-construye, lo re-significa y lo re-siente; recorriéndolo como una red.
* * *
Anticipándome al recorrido del texto, podría formular algunas preguntas: ¿qué tienen en común, el enamoramiento, la convicción religiosa, la convicción ideológica, el suicidio adolescente por amor, los actos sacrificiales, la violencia purificadora, los actos heroicos, y la adoración y mitificación de los líderes políticos?. Nos encontraremos con la imaginación humana; el “Culto a la Personalidad”; el enamoramiento; los dioses y representantes divinos; la articulación entre política y religión; la elección de candidatos a cargos ejecutivos en política; las Utopías; la vida después de la muerte; la magia y las supersticiones; las alucinaciones y los sueños; el autoengaño, el crear y creer lo que se crea, creer (y creerse) que hay elegidas/os o iluminadas/os; entre otros. La propia imaginación y el imaginario social, por su parte, son recursos poderosos, en términos de generadores de creencias, de producciones creíbles y evaluaciones que generan y determinan conductas puntuales, tanto individuales como colectivas.
Retomando una vieja canción, podríamos decir que:
“Son las cosas de la vida, son las cosas del creer,
no tienen fin, pero sí principio,
y tienen un cómo y un porqué”.
Por todo esto, es que afirmo que, estamos “condenados a creer”.
A lo largo del texto desarrollaré tres aspectos sobre el creer humano:
- Creer es una necesidad psicológica. Recurriré a 3 conceptos: a “lo peor de la naturaleza humana”, a “los 3 amos del ser humano”, y al concepto de “animal enfermo de conciencia”; para fundamentarlo.
- Haré una breve descripción de algunas de las actividades humanas en las que las creencias están presentes.
- Intentaré mostrar su funcionalidad.
A lo largo del desarrollo del texto, surgirán otras temáticas, como caminos colaterales para la investigación, que el lector sabrá rápidamente identificar.
Caben algunas otras aclaraciones para la comprensión de su desarrollo. El objetivo no es, efectuar valoraciones sobre el acto de creer, sobre las creencias mismas (buenas o malas, verdaderas o falsas). Sino mostrar que son una necesidad; que no se puede no creer; aportar una mirada enriquecedora sobre la temática; tratar de integrar visiones de diferentes abordajes; y formular preguntas y cuestionamientos para dimensionar el valor e importancia que personalmente evalúo que tienen.
El uso del término “emocionalidad” en este texto, es limitado. El tema de las emociones está en permanente revisión, dada su complejidad e importancia cada vez más creciente. Se discute hoy, tanto la clasificación entre emociones básicas y emociones complejas; como las probables combinaciones de los componentes cognitivos y emocionales en cada situación humana. Se habla de emociones de bienestar y emociones morales (indignación, resentimiento, culpa y vergüenza, por ejemplo). Las emociones se pueden fingir, exagerándolas o minimizándolas según lo que se pretenda provocar en el otro. Además, juegan un importante papel en la memoria y en el aprendizaje. Y si existe algo, de lo que no se debe dudar; es de lo que se siente. Lo que se siente siempre es verdadero. “Siento que no me amas”, sólo habla de la veracidad de lo que se siente. Su relación con los hechos, es tema que, quienes estamos en el campo psi; estamos acostumbrados a lidiar con ella. Obviamente, hay que diferenciar emoción de sentimiento/afecto.
El uso del concepto “conciencia” está limitado a lo experiencial, a lo vivencial, lo “existencial”.
Lo psicológico como lectura, está implícito en el texto y el lector sabrá reconocerlo.
Están explicitados los recursos de la Antropología, la Sociología, las Neurociencias, las Ciencias Políticas y el Cognitivismo. Queda una gran deuda, con el recurso filosófico y literario.
Plantear la opción “entre todos” en el Capítulo 4, separada de las restantes, se fundamenta solamente en cuestiones organizativas de la temática a desarrollar. Somos animales sociales constructores de sociedades complejas y de culturas. Vivimos en un mundo intersubjetivo, fuertemente atravesado por determinaciones sociales, culturales e históricas. Finalmente, el eterno desafío de la alteridad.
Incluyo en mi recorrido un abanico interdisciplinario. De no hacerlo, corría el peligro de quedar atrapado en algún “ismo” homogeneizante y seductor. Un reducción-ismo. Evitando así la tentación (muy de credens) de “creer que esa es la verdadera” recurriendo a una sola versión o teoría omnisapiente. Más allá de que las conclusiones siempre serán, inevitablemente, conclusiones sesgadas.
Me referiré a lo que llamé “lo peor de la naturaleza humana”. Tema que dejo abierto e inconcluso y que espero desarrollar en otros textos porque lo siento y considero apasionante. “Lo peor de la naturaleza humana” excluye la humildad, el desarrollo del conocimiento científico para la paz y la calidad de vida de las personas, la solidaridad, y la creación artística.
Al analizar las creencias en deidades tomo casi con exclusividad referencias del occidente judeo-cristiano. Hay rituales sin religiones y religiones sin divinidades. Esta delimitación es importante a la hora de validar las conclusiones.
Este texto finalmente no es un viaje a un territorio desconocido. Muchos autores desde hace siglos se han interesado en el creer, las creencias, su función y sus efectos. Este será un corto viaje cartografiado.
Luego del recorrido, cada lector, desde su propio campo de creencias y conocimientos como “credens-sapiens” que es, hará sus propias articulaciones y sacará sus propias conclusiones sobre el tema en cuestión y sobre el texto. Porque este texto es sólo una versión más de todas las posibles sobre el tema. Una versión más, de un “homo credens-sapiens” más.
Raul G. Koffman / Enero de 2023
Índice del libro
Agradecimientos
Prólogo
Algunas aclaraciones previas para la comprensión de este texto
Una introducción necesaria
I. La infinita capacidad de creer
II. La tendencia a la credulidad y el gusto por creer
III. Las emociones y la irracionalidad de las razones
IV. Ateísmo no es nihilismo – La credulidad sin límites del homo festivus
V. Dirigir y controlar el creer para la victoria
VI. Crear y creer entre todos, en lo creado
VII. Creer en sí mismo
Capítulo 1. ¿Por qué creer?
I. ¿Por qué creer?.
Porque no se puede no creer
II. ¿Por qué creer?
Por la conciencia de muerte y la angustia
III. ¿Por qué creer?
Por la muerte, el tiempo y la nada
La nada. Otra obsesión humana
IV. ¿Por qué creer?
Porque hay algunos remedios contra la angustia – Lo inefable La magia – Otra opción para calmar o mitigar la angustia
La “claridad” Otro fuerte estabilizador y mitigador de la angustia
Capítulo 2. Creer en las personas
I.: El “Culto a la Personalidad”
II. Los elegidos por ser visionarios e iluminados – Las “religiones seculares” – El Nazismo
III. El enamoramiento – La Felicidad
IV. El autoengaño, para poder creer en paz
Capítulo 3. Creer en divinidades
Algunas necesarias definiciones previas
I. Una breve referencia a los conceptos de “lo sagrado” y “lo profano”
II. “La fiesta”
III. Referencias necesarias a “lo religioso”
IV.Sobre la fe
Capítulo 4. Crear y creer entre todos
El Mito
Las utopías
Capítulo 5. Des-creer y volver a creer
Dos Modos de Creer
¿Es posible pasar de un Modo de Creer a otro?
Sistema Cerrado y Sistema Abierto
¿Realistas o mágicos?
Sobre la humildad
Comentario final con interrogantes
Epílogo y conclusiones